Las noticias que nos ofrecen cada día los medios de comunicación, las declaraciones de los políticos de unas u otras siglas, las cifras millonarias que se manejan sobre los posibles «rescates» necesarios para sanear bancos e instituciones, son fruto de la siembra que durante años se han encargado de realizar los «especialistas en la insostenibilidad».
Da la impresión, que la situación actual de la llamada crisis de nuestro país, ha llegado del más allá de la noche a la mañana y que nadie es responsable del estropicio realizado. En nuestra sociedad se han acostumbrado los llamados gobernantes de turno a que dirigir un país es gastar, gastar a manos llenas, no importa cuánto ni en qué. Lo importante era el momento, aprovechar el saco lleno para dejarlo vacío y mirar hacia otro lado cuando se conoce el resultado.
Nos piden confianza y los ciudadanos estamos muy interesados en ofrecerla pero no sabemos para qué y cuanto nos va a costar lo que otros han hecho aprovechando el mandato del voto para que nos gobiernen con decencia y lo que estamos conociendo suena a más que indecente.
La sociedad que nos han fabricado, pues ellos y solo ellos han tenido el poder de materializarla, ha fracasado de manera estrepitosa pues no es una cuestión de unas teorías políticas u otras, es simplemente de que el dinero de los impuestos de todo tipo que hemos ido pagando a lo largo de los años, no era para engordar a unos cuantos, desarrollar empresas ficticias y cobrar sin decoro, simplemente, por sentarse en un sillón puesto a dedo por alguien que lo ha decidido.
Quizá, este escenario oscuro que nos han creado, sirva para que los ciudadanos nos demos cuenta que es necesario un nuevo modelo de sociedad totalmente transparente, donde los gestores muestren, además de capacidad, honestidad en sus actuaciones porque sus decisiones siempre tienen un componente económico que pagamos entre todos.
No es posible que un país como el nuestro se haya gobernado y manipulado por gentes que solo han buscado el provecho propio ignorando sus obligaciones con sus conciudadanos que son los que les pagan sus salarios, bonus, indemnizaciones y otras prebendas. No sabemos si hemos tocado fondo, si todavía queda más túnel que recorrer, si alguna vez se le pondrá nombres y apellidos a tanta desfachatez, pero debemos aprender que los votos que nos otorga la democracia y que, confiadamente, ofrecemos a nuestros representantes no son valor de un día y durante el tiempo que lo utilizan puede dar lugar a lo que hoy tenemos.
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