Este hermoso e incomparable país de la diversidad, de las culturas, del pasado y del futuro, tiene en sus fiestas un espléndido tesoro colorista, de luz y sonido, profundo e intenso en sus raíces, de personajes que se funden entre la tradición y la ficción, demostración viva del folklore que hace vibrar a propios y extraños removiendo todos los sentimientos y sensibilidades, fruto de bailes y danzas, ceremonias, cantos, música de instrumentos que forman parte de la historia y donde la hospitalidad hace su presencia más real para todos aquellos que acuden a disfrutar y maravillarse de las “vaquerías” de Yucatán, los “huapangos” de Veracruz, los “voladores” de Papantla, los “carnavales” de Mazatlán, Mérida, Monterrey, Veracruz o Tampico.
Las Posadas son símbolo de las Navidades y las piñatas se convierten en la principal atracción de niños y niñas que golpean las ollas de barro a la espera de la sorpresa de su contenido.
Cientos de festejos populares, celebraciones religiosas, fiestas de carácter nacional, todas convocan y reúnen a las personas para compartir el espíritu de México forjado a través de los siglos.
En 1953 la Dirección General de Turismo publicaba un pequeño libro de “Calendario de fiestas” con textos del Dr. Francisco del Río y Cañedo y Jesús Mendoza Hinojosa, un verdadero vademécum y guía para los que querían conocer “el otro país”, el del pueblo y sus raíces.
Fiestas religiosas de gran sentido popular como “El Día de los Muertos” donde su culto se magnifica en Janitzio, isla en el lago de Pátzcuaro del Estado de Michoacán cuya velación a los que nos dejaron se conoce con el nombre de “llorar al hueso”, que, en estos días, 31de octubre, 1 y 2 de noviembre se celebran en todo el país.
Patzcuaro es Ciudad Patrimonio de la Humanidad y otros poblados de la ribera del lago como Quiroga e Ihuatzio conmemoran esta fiesta con ritos diversos, entre ellos la caza del pato. También, son reconocidas en este día las localidades de Tuxtepec en Oaxaca y Mixquic al sur de la Ciudad de México.
Una fiesta religiosa, familiar, profunda en sus raíces que sorprende a los que hemos tenido oportunidad de vivirla. Pequeños altares en distintos niveles que recuerdan a los difuntos con sus ofrendas florales, cadenas de papel, alimentos, bebidas, calaveras, máscaras, velas, retratos de los que se fueron, sal, incienso y otras muestras para una de las tradiciones más significativas del país.
Además de no faltar la gastronomía en ofrendas para los que se fueron, hay también para los vivos. El pan de muerto, los tamales guanajuatenses, tamales colados, mole amarillo, calabaza en tacha, mole del Convento de Santa Rosa, pozole, tacos, chalupas, etc., para celebrar la muerte como parte de la vida.
Este día, y desde 2003, es considerado por la UNESCO como “Obra maestra del Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Jesús Felipe Gallego. Presidente ISTur
El vino en la sociedad del siglo XXI. |