Adolfo Suárez se nos ha ido. Si hay alguna forma de definirle, yo diría que fue, en primer lugar un español y un servidor público. Un verdadero político que lo “machacaron” los suyos y los opositores, pero que tuvo “dos narices” en el 23 F. Mientras casi todos los diputados se escondían, el demostró su clase quedando sentado y dando la cara como Presidente del Gobierno de España, junto otro hombre, militar, Gutiérrez Mellado y un comunista, Santiago Carrillo, los tres ejemplos de verdaderos hombres de España y para los españoles. De esta raza ya no quedan o al menos nos los vemos.
El presidente Suárez, si hubiera tenido conciencia de lo que sucede en este país, no sé qué diría, pero seguro que se preguntaría ¿qué nos pasa y por qué se ha llegado a una situación obsesiva del desmembramiento del país que tanto ha costado llevarle a la democracia?.
Ahora vienen las adulaciones, pero no podemos olvidar las “dulces palabras” de Alfonso Guerra cuando le llamó “tahur del Missisipi”, aunque más tarde cuando el presidente Suárez abandonó la política tuvo un gran interés por su persona.
Es verdad que, con el fallecimiento de Adolfo Suárez, la transición ha terminado, pero la democracia hay que agradecérsela a su persona y al Rey Juan Carlos. Está claro que otros participaron pero sin sus agallas y claridad de objetivos no estaríamos donde estamos, ni se convocarían referéndums para independizarse de España.
Cometió errores, normal, como cualquier persona, pero nos dejó un legado hasta el último momento de su dimisión pero este fue otro de los grandes servicios que hizo a España.
Quizá, hoy, hay que recordar una de sus frases en la presentación de la Ley de la Reforma Política en 1977: «El futuro del pueblo no está escrito, porque solo puede escribirlo el pueblo«..
Descanse en paz.
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